viernes, 28 de junio de 2013

Simón Bolívar, entre la realidad y la fantasía. Cuarta Parte


Exiliado en Cartagena de Indias, en el Virreinato de Nueva Granada, hoy Colombia, Simón Bolívar, entre penurias económicas, disfruta de una libertad mal ganada, envuelta en un velo de traición a su maestro Francisco de Miranda. Pero es difícil criticar, desde el beneficio de la distancia y el tiempo, cuando se observan los resultados finales y el logro obtenido. Aun así, el método es erróneo y Bolívar intenta justificar sus acciones escribiendo varias cartas, entre ellas, la que se conoce como El Manifiesto de Cartagena, en donde, punto a punto, intenta explicarles a los líderes neogranadinos, los errores cometidos en La Primera República de Venezuela, que conllevo a su caída y evitar así que se vuelvan a cometer.


Simón Bolívar redacta El Manifiesto de Cartagena.

En el texto no enuncia ni un nombre, pero muchos quedan implícitos, razonando, que aunque la intención de los involucrados fue buena, la división estructural del gobierno no fue idónea al enunciar, “…Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados.” Me imagino yo que él aquí también se incluye, pues soldado no era.

Pero su mayor crítica es la concepción territorial que se creó luego del ascenso al poder de La Junta Suprema y la rivalidad generada entre las ciudades, una vez afines, y que desató una Guerra Civil, lo que aprovechó el enemigo.

Además, enuncia como una de las principales razones del desmoronamiento moral que arrastró al fin de la causa, fue el Terremoto de Caracas, ocurrido el 26 de marzo de 1812, que le costó la vida a alrededor de unas 20.000 personas, y en la que el gobierno fue lento e incapaz al momento de tomar decisiones y aminorar la tragedia. Sólo en Caracas, con una población calculada para el momento, de unos 50.000 habitantes, murieron alrededor de 12.000 personas.


Caracas, "la ciudad de lo techos rojos", antes del terremoto de 1812

Si a eso le sumamos que ocurrió un jueves santo, y que ante el temor generalizado, los sacerdotes realistas aprovecharon la oportunidad para definir el evento como un castigo divino de Dios ante la rebeldía de unos, en contra de la corona española, comparándolo con las tragedias míticas de ciudades antiguas: Babilonia, Jerusalén y la Torre de Babel. Entonces, ante un pueblo temeroso y supersticioso, congregados en la Plaza de San Jacinto, aparece Simón Bolívar y pronuncia su famoso discurso para deslindar lo ocurrido, de la fe. En una cita del texto completo, escrito por el realista José Domingo Díaz, se extrae, “si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, frase que él considera impía y extravagante.


"Terremoto de Caracas"
Autor: Tito Salas, 1929
Casa Natal del Libertador, Caracas

Tal fue el daño en la infraestructura, el caos y el riesgo a una epidemia, que se consideró el transferir a la capital, de la naciente República, a Catia, “donde el aire puro se puede respirar”. Lo que nunca se llegó a dar.


"Ruinas del Convento de Las Mercedes"
Autor: Cristobal Rojas




Sintiéndose satisfecho Bolívar, por lo redactado, a mediados de diciembre del año 1812, que lo entrega a una imprenta para su divulgación, lo que se hará a principios del siguiente año. Siendo muy curioso, que, entre todos los miles de documentos existentes del Libertador, recopilados posteriormente en 287 tomos, que no exista ni el manuscrito original, o al menos un borrador, ni siquiera el texto impreso, sino tan sólo una copia hecha del documento publicado.


Los líderes, representantes de la Corona Española en América estaban relativamente tranquilos, al menos en La Capitanía General de Venezuela, luego de haber sofocado la revuelta y haber disperso a sus cabecillas. Pero la semilla republicana, arraigada en otras naciones, germinaría poco a poco, y nuevos focos de inconformismo imperial brotaría a lo largo y ancho del occidente suramericano.

A sabiendas que su vocación era una militar, al menos por ahora, Bolívar le solicita al gobierno de Cartagena de Indias un comando de tropas y le es otorgada una pequeña guarnición de 70 hombres, con los que enfrentará, en pequeñas escaramuzas a guerrillas adeptas a la corona, obteniendo éxitos continuos que lo ayudaron a forjar su temple militar. Para él ya no hay vuelta atrás.


Fin de la CUARTA PARTE

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Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi

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