viernes, 18 de octubre de 2013

Como Inglaterra ganó y perdió territorio en Francia


Desde la caída del imperio romano en el año 476 de nuestra era, los territorios europeos comenzaron una continua transformación territorial, que no ha finalizado aún y es lo que ha generado casi todas las guerras desde entonces. Ya sea para recuperar regiones ancestrales, áreas estratégicas o por mero resentimiento nacionalista, la metamorfosis geográfica es un ser latente a la espera de las oportunidades correctas.

Imperio Romano en el año 395, con la división territorial
entre occidente y oriente.

Previo a los romanos, siempre hubo rivalidad tribal, pero el imperio, a su conveniencia, definió las zonas, les adjudicó nombres, les generó estructura política y les sembró la sensación de pertenencia de algo grande, poderoso, con desarrollo y progreso: Britania, Galia, Hispania, etc. Creó el concepto de identidad nacional, e incluso cuando se le enfrentaron, todos los hombres lucharon bajo un mismo estandarte. Después de eso, tras las invasiones bárbaras y la inevitable caída de la Roma Occidental, ninguna tribu querría volver a lo que era antes.

Para el año 476, el Imperio Romano de Occidente, no logró mantener la
unidad territorial ante las continuas invasiones bárbaras provenientes
del noreste y se fue fragmentando hasta desaparecer, dando inicio a la
Edad Media y a la creación de los reinos europeos.

Tras un largo período de evidente confusión, un par de siglos, comenzaron a aparecer los primeros reinos estables, pequeños, pero con estructura, estamos por ahora en La Edad Media. Como es natural el más fuerte intenta tomar al más débil, hasta que lo somete, domina y se lo apropia, integrándolo a su estructura de gobierno. En Inglaterra fue un poco más fácil, porque todo el territorio que conforma la pequeña isla mantiene una misma identidad: cultural, geográfica, dialéctica y religiosa, sobre todo, teniendo en cuenta que los únicos enemigos que posee, por el momento, son locales, hasta que los vecinos de ultramar descubrieron la forma de  invadirlos: los sajones y los normandos.

Pero en Francia no es tan sencillo, ya que pertenece a la masa continental y los límites territoriales a veces son abstractos, eso significa que no están acostumbrados a que el territorio les pertenezca a ellos como nación y la mezcla de dialectos tribales hace un poco más difícil crear esa identidad nacional que da la geografía. Además, desde el punto de vista de los siervos, el pueblo llano, “si me va mejor con un señor feudal en particular, prefiero estar con él que contigo”, y como al final, ésta gente no tiene nada que perder, porque nada tiene, le es indiferente el uno u el otro.

Para el siglo XII, los ingleses poseen muchas propiedades en territorio francés a causa, más bien, de haber sido ellos, Inglaterra, conquistados, un siglo atrás, en 1066, por Guillermo I El Conquistador, duque de Normandía, territorio éste, vasallo del reino de Francia y por el posterior matrimonio, en el 1154, de Leonor de Aquitania, heredera de todas las provincias y feudos al oeste del reino galo, con el entonces rey Enrique II de Inglaterra, tras su fracaso matrimonial con su primer esposo, Luis VII de Francia, que de haber funcionado ésta relación o hubiesen tenido hijos varones y no hembras, sus propiedades habrían pasado por herencia a la corona y muchas guerras se pudieron haber evitado, pero no fue así.

Mapa de Francia del siglo XII con los dominios
destacados en rojo, herencia de Leonor de Aquitania
a sus hijos, Ricardo I y Juan, reyes de Inglaterra.

Cuando Francia comenzó a racionalizar, que por “lógica” ese territorio le debía de pertenecer a la corona y no a los señores feudales extranjeros, comenzaron extensas campañas militares para lograrlo, pero a veces las guerras son traicioneras, se puede ganar o perder, así que un método eficiente y conveniente son los arreglos matrimoniales, que crean alianzas, muchas veces convenientes para las dos partes. Pero a veces viene la desventura, los reyes en conflicto no tienen hijos o hijas para casar, así que de regreso al campo de batalla.

La expansión comenzó por iniciativa de Felipe II Augusto de Francia y poco a poco recuperó para su reino los territorios, una vez pertenecientes a Leonor de Aquitania, derrotando a su hijo menor, el rey inglés Juan, mejor conocido como Juan Sin Tierras, un personaje al que el destino histórico no le ha sido favorable, razón por la cual ningún otro rey de Inglaterra se ha llamado Juan.

Imagen que ilustra al rey de Inglaterra, Juan sin Tierras en
una escena de cacería.

Un siglo después y con el comienzo de La Guerra de los Cien Años, la corona inglesa, con su rey Eduardo III, invade la parte norte de Francia para reclamar lo que ellos consideraban les pertenecía, la corona francesa en pleno, por descendencia directa a través de su madre, Isabel, La Loba de Francia, hija del difunto rey Felipe IV El Hermoso (no confundir con el otro Felipe el Hermoso, esposo de Juana la Loca), quien al haber estado casada con el rey inglés Eduardo II, juntaba en su hijo, Eduardo III las dos casas reinantes: Plantagenet y Capeto, pero su primo, Felipe VI, de la casa de los Valois, aprovechó los conflictos internos de Inglaterra, para él apropiarse, por medio de un tecnicismo legal, del reino de Francia.

Eduardo III, rey de Inglaterra, hijo de Isabel
de Francia y Eduardo II Plantagenet.

Eduardo III, quien debería ser rey de Inglaterra y Francia, comenzó una guerra intermitente con su vecino continental, que duró 116 años, cargada de triunfos y fracaso, muchos de los cuales son logrados por el carismático rey inglés, Enrique V, quien tras su victoria en La Batalla de Agincourt, logró apoderarse de todo el norte de Francia, pero cuando ya casi veía a palmo el tan añorado sueno, murió y sus descendientes no supieron mantener, lo por él logrado, y perdieron todo excepto la ciudad de Calais en el norte, importante base militar anglosajona y un centro muy lucrativo en la producción, comercialización y exportación de lana.

Escudo de Eduardo III, en el que se destaca en
primer plano la Flor de Lis francesa, con el cual
él se adjudica ser rey de Francia e Inglaterra.

Los ingleses no volvieron a lanzar otra campaña para recuperar el territorio perdido por estar ellos mismos envueltos en una guerra civil, sangrienta y vil, conocida como La Guerra de las Rosas, en la que se definía, por medio de traiciones y asesinatos, quién era el legítimo heredero de la corona. Eso le dio un respiro a Francia, que consolidada y en paz, prosperó.

María I Tudor, reina de Inglaterra, con su
 esposo Felipe II Habsburgo, rey de España y
del Nuevo Mundo.

Cien años después, a mediados del siglo XVI, son los españoles, con su rey Felipe II, de la casa de los Habsburgos, quien al contraer matrimonio con la futura reina de Inglaterra, María I (Bloody Mary), hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII, intenta conseguir la alianza inglesa al norte, y él, con sus posesiones en los países bajos y en España, rodear a Francia y conquistarla, pero los planes no se dieron como él se imaginó, debido a la prematura muerte de su esposa sin haber logrado gestar con ella un heredero, y no sólo tuvo Felipe II que regresar a sus fronteras tradicionales, sino que Inglaterra, gracias a ésta alianza, perdió su última posesión en territorio continental, Calais.

Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi


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