jueves, 31 de octubre de 2013

Lady Jane Grey, la reina de los nueve días


En las ambiciones por el poder, hombre “buenos” vende barato su fidelidad a las leyes, al gobierno y a la nación, enceguecidos por sus deseos interpretan las voluntades a su antojo e involucran a los inocentes en sus intrigas. Lady Jane Grey, en su honesta ingenuidad, fue forzada a involucrarse en ésta densa trama que marcó un instante en el reino de Inglaterra.

Lady Jane Grey

A mediados del siglo XVI Inglaterra era un reino poderoso pero convulsionado por los enfrentamientos religiosos: Cristianos versus Protestantes, pero nada distinto del resto de Europa, que padecía los mismos problemas. Luego de la revolución luterana a principios de siglos, en cada país, sobre todo los del norte, la reforma religiosa es abrasadora, la conversiones se suma por miles al día, pero los monarcas, son más cautelosos, el aceptar a la nueva fe implica, en contexto, el rechazar a la autoridad papal, y aunque esto es seductor para muchos, debido a la constante inmiscución de La Iglesia Vaticana en los asuntos políticos de cada reino, al final, es una autoridad de poder y entre ellos se protegen, ya que al desautorizar la jerarquía de uno, este puede hacer lo mismo con ellos; un respeto por conveniencia que aun se mantiene.

En Inglaterra, el rey Enrique VIII Tudor, lujuriosamente manipulado por la ambición de Ana Bolena, había aceptado, como único medio para poder divorciarse de Catalina de Aragón, cambiar la religión del reino, desautorizando así el poder del papa León X, quien no le otorgó la anulación matrimonial, ajeándose de su influencia y transformándose él, en la absoluta autoridad política y religiosa, creándose la Iglesia Anglicana, bajo el beneplácito de muchos, aunque no de todos, que insisten en aferrarse en la óptica de la fe en la que fueron educados. Pero en ese período turbulento, en el que el patrimonio de la, ahora, antigua religión, fue saqueado y sus edificaciones agredidas y proscritas, no mucho más pasó, la esencia seguía siendo la misma, sólo un tecnicismo para lograr la anulación y casarse con su muy deseada Ana Bolena.

Enrique VIII Tudor, quien obsesionado por un descendiente
varón, y por impetuosa lujuria, se caso en seis oportunidades.

Cuando Ana Bolena tuvo una hija, Isabel, y no el tan promocionado y deseado hijo varón, pronto, Enrique VIII, se cansó de esta tormentosa relación y consiguió, para su conveniencia, la excusa perfecta para deshacerse de ella, y para siempre, ordenando su decapitación. Siendo ahora viudo, el rey insiste en la búsqueda de un heredero masculino y se casa con Jane Seymour, la misma tarde de la muerte de Ana. La nueva esposa (tercera de seis), da a luz el tan ansiado varón, su futuro sucesor, Eduardo VI, pero es un niño frágil y enfermizo, así que Enrique mantiene su obsesión, volviéndose a casar, en vista que su “amada” Jane murió a consecuencia del parto, pero no volvió a lograr aumentar su descendencia.

A la muerte del rey, su único hijo varón lo hereda en el trono por encima de sus dos medias hermanas: María, hija de Catalina de Aragón e Isabel,  hija de la difunta Ana Bolena, gracias a una enmienda conocida como: Acta de Sucesión de 1543 o La Tercera Acta de Sucesión. En las dos Acta anteriores, todas decretadas por el ya difunto rey y aprobadas por el Parlamento, sus respectivas hijas: María e Isabel, eran desposeídas del derecho de reinar, pero en la Tercera y ya con un varón en línea directa, Enrique VIII, las reincorpora a la sucesión, después del varón,  Eduardo VI, siempre y cuando él no llegue a tener herederos. Además estipula, en la misma Acta, el derecho a reinar a los nietos de su hermana menor, María Tudor, en el supuesto caso que sus hijas: María o Isabel no llegasen a tener herederos directos, colocando entonces a Lady Jane Grey, cuarta en la Línea de Sucesión.

Imagen que representa al rey Enrique VIII en cama, muriendo
de sífilis, afirmando a su hijo Eduardo VI como sucesor, y el
Consejo Real que lo va a guiar durante su minoria de edad.
Abajo se representa la ruptura religiosa con el papa.
Eduardo VI se convierte en rey a sus trece años y un Consejo Real fue creado para guiar los destinos del reino durante su minoría de edad. Con poder desmesurado, muchos de los miembros de éste consejo, aprovecharon el poco tiempo que les quedaba, dos años antes de decretarse la mayoría de edad del rey, para enriquecerse y comprar su influencia a futuro, asegurando su estabilidad y la de sus descendientes. El más voraz de todos, quien no escatimará en sus artimañas para mantenerse en la cima fue John Dudley, quien fue excelente estratega militar. Su principal enemigo era el actual Lord Protector de Inglaterra y tío del rey: Eduardo Seymour, quien por su jerarquía y afinidad consanguínea, se sintió con la autoridad de no necesitar del Consejo Real y comenzó a decretar leyes, muchas de ellas a su beneficio, atrayéndose muchos enemigos políticos, entre ellos el ambicioso John Dudley.

John Dudley, Duque de Northumbria

Al Lord Protector, Eduardo Seymour, se le involucra en un complot ficticio, para asesinar a todos los miembros del Consejo durante la celebración de un banquete. Su gran rival, John Dudley, logra convencer a todos de la veracidad de los hechos y Seymour se transforma de pronto en enemigo y traidor de la nación, perseguido, capturado, enjuiciado y condenado a muerte por decapitación. Con ésta brillante estrategia, digna de un gran general, Dudley logra consolidarse como Duque de Northumberland y Lord Protector de Inglaterra, llegando a realizar un excelente trabajo. Pero el joven rey, Eduardo VI, al tener ya la edad de legal para gobernar, 15 años, desea menoscabar la autoridad del Consejo, para asumirla directamente él, quien es enérgico y voluntarioso, pero muy enfermo, razón por la cual, María, la media hermana del rey es incorporada a participar en la política, lo que fuerza a Dudley, en un acto desesperado, a concilia una triple alianza matrimonial, para mantenerse, de una u otra forma, ligado a la más alta esfera del poder. El más relevante de estos matrimonios es el de su único hijo soltero, Guilford Dudley, con Lady Jane Grey, ahora tercera en la Línea de Sucesión.

Eduardo VI es un ferviente reformista de la Iglesia Anglicana y gracias a él se conforman las verdaderas bases del protestantismo, al que se aferra en mantener más allá de su muerte, razón por la cual debía hacer y cuanto antes, una modificación en la Línea de Sucesión, para saltarse a María como heredera de la corona, quien era en extremo devota del catolicismo, pero para lograrlo debía sacar también a Isabel, que a pesar de su convicción reformista, no se podía quitar a una y dejar a la otra, en vista de la Tercera Acta de Sucesión. Se cree que John Dudley manipula al rey a firmar una carta testamento, en el que de forma expresa, él, Eduardo VI, nombra como su sucesora a Lady Jane Grey, pero el rey muere antes que el documento fuera aprobado por el Parlamento, y a pesar de haber estado aprobado por 102 notables, su legalidad era muy cuestionada, por lo que Dudley presiona y amenaza a todos los que se opongan, con declararlos traidores. Con ese papel el más beneficiado era él, porque la reina ahora era su nuera.

Carta manuscrita por el mismo rey Eduardo VI, en la que
manifiesta su deseo de ser sucedido por su prima Lady Jane Grey.

María se enteró de inmediato de éste complot para privarla de su derecho y se marcha de Londres, para evitar el caer en manos de Dudley, y conformar un ejército fiel a su causa y a su religión.

Lady Jane Grey ignora todas las manipulaciones que se han hecho en su nombre para nombrarla reina. Incluso, al enterarse, rehusó el aceptar la corona, pero el Consejo Real en pleno, y su propio padre, la convencieron de la legalidad de dicho documento y la voluntad divina de dicho nombramiento. Así, que a partir del 10 de julio de 1553, comienza el reinado de Lady Jane Grey, quien para el momento se convierte en la segunda mujer en ser reina, en toda la historia de Inglaterra, habiendo sido la primera, Matilde, en 1141.

Miembros del Consejo Real, entre los que está John Dudley,
convenciendo a Lady Jane Grey, de aceptar la corona.

Cuando el pueblo se enteró de lo sucedido de inmediato tomaron partido a favor de la causa de María, por varias razones. La primera fue por simpatía ante el ultraje sufrido por ella, al ser depuesta y humillada su madre, Catalina de Aragón y la segunda, al enterarse, que detrás de éste nombramiento irregular estaba la voluntad de John Dudley, hombre muy poco popular con las masas. María conforma un ejército y marcha hacia Londres. Dudley arma al suyo y se le enfrenta, siendo momentáneamente derrotado, pero al llegar la noticia de la victoria de María, muchos de los miembros del Consejo, que una vez apoyaron a Lady Jane Grey, cambiaron de inmediato de bando, abandonando por completo a la joven reina, a quien apresaron en La Torre de Londres, a tan sólo nueve días de su proclamación.

La nueva reina, María I Tudor, ordena el arresto y juicio de todos los involucrados en la conspiración en su contra y uno a uno pasa por el cadalso. John Dudley Duque de Northumberland, es enjuiciado un mes después. El se defendió lo mejor que pudo, justificando su proceder bajo órdenes directas del difunto rey, pero ante su irremediable destino, desestimo a la corte argumentando: "si todos los presentes son igualmente partícipes de este crimen... ¿cómo pueden ser mis jueces?" Cuatro días después y ante una tumultuosa audiencia de más de 10.000 personas, es llevado al patíbulo en Tower Hill para ser decapitado. Sus últimas palabras fueron: "Este acto por el que muero no es enteramente mi culpa como se cree [...], sin embargo, Dios mediante, no diré sus nombres así que os pido, no busquéis más culpables [...]. Una última cosa debo deciros, buena gente, y es que os exhorto a tener cuidado de los aduladores malintencionados y a los doctores de la nueva doctrina quienes pretenden predicar la palabra de Dios a través de sus propias fantasías".

John Dudley ejecutado por traidor en Tower Hill.

La suerte de Lady Jane Grey era confusa y con rasgos de morboso romanticismo trágico. Fue enjuiciada y condenada a muerte por alta traición, pero la pena fue conmutada, al menos por el momento, en vista que la reina era su prima. Pero unos meses después, una rebelión en contra de María I, estalla cuando ella anunció su matrimonio con el ultra católico príncipe Felipe de España, futuro Felipe II, sellándose su destino, a pesar de haberse comprobado que ella no estaba involucrada en lo más mínimo. María I, le ofrece entonces perdonarle la vida, si ella renuncia a su religión anglicana y acepta el catolicismo, como estrategia desesperada por reconvertir a más de la mitad de sus súbditos, pero ella se niega y su condena se hace efectiva.

Cuadro que representa el frustrado intento de la reina María I Tudor
por convertir al catolicismo a su testadura prima.

En 12 de febrero de 1554, Lady Jane Grey fue llevada al cadalso privado, reservado para los miembros de la corte, en La Torre Verde (hoy en día inexistente), en los jardines internos de La Torre de Londres. Antes de morir, la una vez reina de Inglaterra pronunció las siguientes palabras: “Gente buena, he venido aquí para morir y por una ley estoy condenada justamente. Los actos de traición contra la Alteza Reina fueron ilegales y accedía a aceptar el trono. Pero nunca lo busqué o deseé y por eso me lavo las manos en la inocencia…”

Cuadro de Paul Delaroche, en el que se prepara a Lady Jane Gray
para ser decapitada en La Torre Verde.
El edificio destacado en rojo, hoy inexistente, es La Torre Verde.

Escultura que representa el area en donde se ejecutó a
Lady Jane Grey y a Ana Bolena, entre otros.

Lady Jane Grey tenía 16 años de edad al momento de su ejecución.

Varios libros y películas se han realizado de ella, ésta trágica figura del poder de otros, la más renombrada fue Lady Jane, protagonizada por Helena Bonham Carter y Cary Elwes, realizada en Reino Unido en 1986.



Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi

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