viernes, 12 de diciembre de 2014

El Puente de Brooklyn


La proeza de una mujer ante la adversidad.

Emily Warren Roebling, con un gallo vivo en sus brazos como símbolo de victoria, es la primera persona que oficialmente cruza el Puente de Brooklyn, unos días antes de su inauguración. Una victoria que no fue nada fácil de alcanzar y es gracias a ella que existe uno de los puentes más famoso del mundo, tal cual lo conocemos, de lo contrario, otro en su lugar, seguramente mucho más conservador en diseño, uniría las ciudades de Manhattan y Brooklyn en Nueva York.


La ciudad de Nueva York está compuesta por cinco condados (Borough en inglés): Bronx, Queens, Staten Island, Brooklyn y Manhattan y dos ríos: el Hudson river y el East river. Pero de las cinco, la más poblada y desarrollada es Manhattan, debido a su ventajosa característica geográfica; es lo suficientemente grande, pero no de manera desproporcionada y es una isla. Hoy en día esa particularidad no ofrece mayores ventajas, pero si retrocedemos unos 400 años cuando los holandeses la fundaron con el nombre de Nueva Ámsterdam, si. Al ser isla era más fácil de proteger y como dije antes, su superficie, de 60 Km2 era favorable, permitía crear un poblado y disponer de suficiente área para sembrar y subsistir.

Los cinco condados o boroughs de la ciudad de Nueva York
1.- Manhattan, 2.- Brooklyn, 3.- Queens, 4.- Bronx y 2.- Staten Island

Pero en el siglo XIX ésta ventaja se convirtió en su perdición debido a las masivas migraciones europeas que abarrotaban la isla, escapando de las revueltas civiles, sobretodo en el territorio alemán y del hambre en Irlanda, obligando a muchos a cruzar el océano en busca del mítico “Sueño Americano”. Ese crecimiento poblacional fue tan repentino que las autoridades civiles no tuvieron mucho tiempo de planear, generándose constantes disturbios entre sus pobladores, imposibles de controlar y como resultado de esos enfrentamientos, cada grupo social o etnia se reubicó en los condados adyacentes, otorgándole así a la ciudad de Manhattan un respiro. Con la expansión urbana, el hecho de ser isla se transforma en un problema, los ferris que transitaban ambos ríos no se daban abasto y el traslado no era sólo peatonal, para los que iban en carruajes era un dolor de cabeza. Algo se debía hacer y varias propuestas para construir un puente se plantearon, pero la más innovadora, tecnológicamente, atractiva en cuanto a diseño y económica, fue la del ingeniero e inmigrante alemán, John A. Roebling. Su diseño fue una mezcla perfecta entre la tecnología y la estética. Él quiso hacer un puente colgante para evitar así el exceso de soportes y el problema que eso acarrearía al momento de su construcción, ya con dos bases de apoyo fue complicado. Para cubrir la distancia de casi 500 metros de luz entre pilar y pilar, planteó la utilización de guayas de acero, único material que podía resistir las tensiones a las que iba a estar expuesta la estructura y hasta 1903 el Puente de Brooklyn mantuvo el record de ser el puente colgante más largo de mundo, con una extensión total de 1.825 metros.


La isla de Manhattan en 1850 sin el Puente de Brooklyn

El que se aceptara el diseño de Roebling fue en sí una “lucha de titanes”, que enfrentó a los distintos poderes: el económico, el político y el civil. Cada quien defendiendo de manera intransigente su punto de vista, pero con un trasfondo común en su contra, él era un inmigrante. Superado el impase inicial e iniciada la construcción a principios de 1870, Roebling muere de gangrena a consecuencia de un accidente en un ferri y delega en su hijo, Washington Roebling, el proyecto.
  
Retrato de Washington Roebling con su puente atrás
Autor: Théobald Chartran (c.1899)
Museo de Brooklyn, Nueva York

El hijo, ingeniero brillante, queda inhabilitado durante la construcción de uno de los pilares de soporte de la torre, sufriendo el mal de la descompresión, incapacitándolo para poder continuar su trabajo y supervisión en sitio y ante el riesgo que el proyecto, estando aun en su fase inicial, se le diera a otro ingeniero, su esposa, Emily Warren Roebling, toma las riendas.


Retrato de Emily Warren Roebling
Autor: Carolus-Duran (c.1896)
Museo de Brooklyn, Nueva York

En un principio ella es tan sólo una mensajera entre su esposo en cama y los ingenieros en la obra, labor nada sencilla, ya que muchos de éstos hombres se intimidan ante su presencia y le hacen la vida imposible, con la única intención que desista, además del hecho, que a medida que avanza el proyecto, se hace mucho más complicado su elaboración y ella, para continuar con su tarea debe estudiar matemáticas avanzadas, física y cálculo catenario, y así poder enfrentar a diario a los ingenieros, a los trabajadores y a los contratistas que no están acostumbrados a ser dirigidos por una mujer.

El puente de Brooklyn se comenzó a construir a principio de 1870 y se
inauguró en mayo de 1883.


Y si fuera poco, ella debe seducir con su carisma, a los políticos de la ciudad, para mantener a su esposo encargado de la construcción in absentia. Así que él, supervisando en avance de la obra con un telescopio desde su cama y ella como su vínculo en sitio, logran finalizar el epopéyico proyecto once años después.

Emily recorre todo el puente con un gallo en
sus brazos como símbolo de victoria.

Una placa en uno de los pilares reconoce su invaluable labor.

 

La característica más reconocible del Puente de Brooklyn son los arcos ojivales de sus pilares, elementos decorativos en los que se añora el romanticismo de tiempos lejanos, el gótico europeo de la época medieval, hoy en día mejor conocido como el Neo Gótico, estilo traído a los Estados Unidos por John A. Roebling.



Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi
 

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